Consorcios
Los consorcios microbianos de VITAE son combinaciones específicas de bacterias, hongos, actinomicetos y levaduras que trabajan de manera conjunta para regenerar la vida en el suelo. Cada grupo microbiano cumple un rol particular y complementario. Las bacterias movilizan nutrientes esenciales como nitrógeno y fósforo, además de producir compuestos que estimulan el crecimiento de las raíces. Los hongos forman redes de micelio que mejoran la estructura del suelo, facilitan la absorción de agua y nutrientes y establecen asociaciones simbióticas que expanden la capacidad de las plantas. Los actinomicetos descomponen compuestos orgánicos complejos y contribuyen al control biológico natural mediante la producción de antibióticos que limitan la presencia de patógenos. Las levaduras complementan esta acción al sintetizar vitaminas y reguladores de crecimiento que fortalecen el metabolismo vegetal.
El resultado es un suelo vivo y equilibrado que se convierte en la base para una agricultura más productiva y sustentable. Estos consorcios permiten reducir la dependencia de insumos sintéticos, disminuyen los costos de producción, incrementan la resiliencia de los cultivos frente a plagas y enfermedades y favorecen la restauración progresiva de la fertilidad del suelo. Con su aplicación constante, el productor asegura que el suelo no solo mantenga su capacidad productiva, sino que la mejore con cada ciclo agrícola.
Moléculas
Las moléculas de aplicación foliar de VITAE son formulaciones de alta tecnología diseñadas para actuar directamente sobre la superficie foliar. Una vez aplicadas en las hojas, atraviesan la cutícula y penetran hacia el interior, donde ingresan en las células vegetales mediante procesos de difusión y transporte activo. Desde la célula, los compuestos se integran en el metabolismo vegetal y se redistribuyen hacia otras partes de la planta a través de los sistemas vasculares.
Esta acción directa no solo garantiza una absorción rápida y eficiente, sino que también impacta en funciones celulares esenciales como la fotosíntesis, la síntesis de proteínas y la producción de metabolitos secundarios. De esta manera, las moléculas favorecen un crecimiento equilibrado, una mayor capacidad de defensa frente a factores de estrés y una calidad superior en la cosecha.
Un aspecto fundamental es su capacidad de estimular la síntesis de compuestos nutracéuticos como antioxidantes, vitaminas y aminoácidos, lo que enriquece el perfil nutricional de los frutos y hortalizas. Al mismo tiempo, fortalecen los mecanismos celulares de defensa, elevando los niveles de sanidad vegetal y reduciendo la incidencia de plagas y patógenos sin necesidad de recurrir en exceso a insumos externos.
Gracias a su eficiencia, estas moléculas se aplican en dosis menores que los insumos convencionales, generando ahorros para el productor, menor impacto ambiental y resultados tangibles en rendimiento, uniformidad y valor agregado de la cosecha.
En conjunto, representan una forma de nutrición inteligente a nivel celular, capaz de potenciar la fisiología de la planta, mejorar la sanidad y ofrecer alimentos más nutritivos y saludables para los consumidores.